CAMBIO CLIMÁTICO: ¿NECESITAMOS OTRA ASESORÍA CIENTÍFICA?

El pasado verano, se publicó la primera contribución del último informe del IPCC. Quedan por ver las tres restantes. La segunda, dedicada a los impactos del cambio climático, se espera el mes que viene; la tercera, sobre la mitigación, en marzo; y en septiembre el informe de síntesis, en el que se conjugan todos los resultados obtenidos de cada contribución y se realiza un balance final. Desde el primer informe hasta hoy, la pauta imperante, propulsada mediáticamente, ha sido arrojar perspectivas cada vez más sombrías sobre el estado del sistema terrestre y sus posibles respuestas a lo largo de este siglo por el aumento de las temperaturas medias. En buena parte, esta forma de encarar el asunto es razonable: cuanto mayor conocimiento se acumula, mayor consciencia de los riesgos.

La recepción de estos resultados siempre se ha caracterizado por la polarización. Se puede dividir en dos grupos a quienes más se oye: aquellos que no se dan por aludidos y los que disparan la voz de alarma. De los primeros nunca se esperó ni se espera gran cosa; los segundos, haciéndose cargo del problema, suelen representar a quienes tradicionalmente se han preocupado por el futuro medioambiental y la repercusión de este en la humanidad. He aquí el eje alrededor del cual se ha movido el debate en España, cuyos bandos son categorizados desde donde uno mire: negacionistas contra conscientes, o agoreros contra gente de sentido común.  

Buena parte de la profunda deficiencia de resultados de este debate – no solo en España, sino en países como Estados Unidos- viene provocada por un malentendido, al que ha contribuido en parte el IPCC. Este malentendido surge de los famosos escenarios, proyectados a partir de distintos -recuérdese este “distintos” para más adelante- modelos que marcan unas trayectorias de aumento de temperaturas medias a finales de este siglo. Aquí no cabe desentrañar el intrincado vocabulario técnico de los modelos climáticos, las trayectorias y los escenarios empleados por el IPCC. Pero esto no impide aclarar el malentendido que, no siendo subsanado aún por el IPCC, embarra el debate público y desnorta las premisas de la mejor asesoría científica sobre el cambio climático de la que disponemos.

En el último informe del IPCC, que ha introducido modificaciones metodológicas en los escenarios – de los RCP a los SSP -, se contemplan 5 trayectorias de emisiones y CO2. A estas emisiones les corresponde un aumento determinado de temperaturas medias. La controversia consiste en interpretar a cuáles nos aproximamos de seguir con la trayectoria política, social y económica actual, catalogada en la jerga como business as usual. De esto depende en buena medida cómo afrontemos políticamente el asunto, y bajo qué marcos de sentido. Quienes más se han preocupado por las cuestiones medioambientales desde el activismo, suelen enfatizar que el business as usual se sitúa en el escenario más extremo, que arroja un aumento de 4 a 5 grados a finales de este siglo.

Sin embargo, los propios expertos del IPCC enfatizan -a pesar de su empleo de los modelos- que uno de los puntos clave del último informe es que los escenarios más extremos, tanto por arriba como por abajo, son los menos probables. Por abajo, a causa de la presumible negativa de los países más emisores a suspender abruptamente sus actividades económicas. Por arriba, por cuestiones que se detallarán ahora, y que tienen implicaciones en la orientación general del IPPC en su labor de asesoría.

El escenario más extremo por arriba, el antiguo RCP-8.5 y ahora SSP-8.5, procede de un modelo exploratorio. Esto significa que la pretensión de quienes lo emplearon por primera vez en los años 90 no era representar fidedignamente tendencias en curso. Sobre todo, las socioeconómicas, que siempre se han estimado sobre unos presupuestos cuestionables. En la actualidad, estos presupuestos son empíricamente desacertados. Tres elementos ilustran esto.

En primer lugar, este modelo computa 12 billones de población mundial finales de este siglo. Viendo las tendencias actuales de fecundidad, esta expectativa no tiene visos de cumplirse: si bien atisbar tendencias demográficas más allá de 2050 tiene un mayor componente especulativo, las proyecciones sitúan el cénit de población mundial entre 9 y 10 billones de seres humanos. En segundo lugar, se sobreestima el consumo mundial de carbón, que desde los 90 ha experimentado un profundo cambio de tendencia. Esto llega hasta tal punto, que este consumo supuesto superaría las reservas disponibles, según Justin Ritchie y Hadi Dowlatabadi. En tercer lugar, se sobreestima la demanda de petróleo de los últimos años, documentada por la Agencia Internacional de la Energía.

A este problema con el escenario más extremo por arriba se suma otro metodológico de mayor alcance. Los escenarios proyectados y presentados de manera conjunta en los informes no son comparables; proceden de distintos modelos. Cada uno de ellos tiene sus propios supuestos socioeconómicos, y sus propios escenarios base. El problema que se desliza de esto es notorio: no podemos comparar entre los distintos escenarios que vemos en el informe del IPCC. El escenario más extremo por arriba no es equiparable a ninguno de los presentados, ni los restantes entre sí.

El consenso entre expertos, independientemente de lo decrecentistas o ecomodernistas que sean, consiste en que el business as usual se sitúa en los escenarios intermedios. En la jerga del IPCC, en torno al SSP-4.5, que proyecta un aumento de 2.7 a 3 grados a finales de este siglo. Lejos por tanto de los peores augurios que parte del activismo suscribe en sus intervenciones públicas, buscando persuadir a la población.

No se entienda mal: 3 grados son más que preocupantes y, desde luego, no representan un mundo en el que nadie en su sano juicio querría vivir. Pero a la hora de persuadir a gobiernos e intervenir en la esfera pública, no es lo mismo emplear un escenario que otro. Como dice Zeke Hausfather, colaborador del IPCC, el marco de la discusión cambia si decimos que queremos llegar a un máximo de +1.7 o +2 grados partiendo de 3 o de 5. Que vamos hacia el muro es evidente. Pero la serenidad y el acierto a la hora de afrontar este hecho depende de una aproximación más realista y depurada al asunto. Y lo primero para ello es tener claro a cuánta velocidad vamos. En un primer momento, algunos pensaron que es más eficaz, para evitar ese choque, decir que vamos más rápido de lo que realmente vamos. Pero esto ha sido contraproducente para los intereses de quienes están preocupados por el futuro, y algunas fallas metodológicas del IPCC ahondan en esta situación. En su mano está corregirlas.

Fuentes:

Roger Pielke, Justin Ritchie, (2021)»Distorting the view of our climate future: The misuse and abuse of climate pathways and scenarios» Energy Research & Social Science, Volume 72.

Zeke Hausfather, Glenn Peters, «Emissions. The «business as usual story is misleading». Nature: https://www.nature.com/articles/d41586-020-00177-3

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